martes, 23 de febrero de 2016

¿Nos estamos enterando?

No me apetece hoy escribir sobre el “pacto de las matemáticas” que ayer medio anunciaron el PSOE y los C’s y que me temo que será tumbado, bien por la militancia socialista o bien por el Congreso a principios de marzo.
Así que voy a mirar un poco más arriba, en lo que a instituciones se refiere y escribir algo sobre el mayor instrumento de represión económica a la ciudadanía y donde se “parte el bacalao” del austericidio.
Estos días, se ha negociado con cero repercusión mediática en España, otra pérdida de derechos como ciudadanos de la Unión Europea cuya aplicación arrancará por Londres y me temo que se extenderá por cualquier país de la Unión que convenientemente lo necesite en breve.
En las pasadas elecciones en el Reino Unido, el presidente Cameron, prometió a sus más extremistas euroescépticos, un referéndum de permanencia en la Unión Europea como Herodes la cabeza de Juan Bautista
Para que la respuesta en la consulta sea contra el Brexit, Cameron necesitaba rascar un paquete contundente de medidas que satisficiesen a sus ciudadanos y sobre todo al poder financiero de “la City” financiera londinense.
Cameron logró que se le aprobase la limitación a las ayudas sociales a los extranjeros europeos en Gran Bretaña (guiño para la ciudadanía inglesa), consiguió un borrador de medidas de flexibilización de las regulaciones europeas bancarias (compromiso para “la City”) y firmó un acuerdo por el que Reino Unido quedará al margen de cualquier avance de integración de la UE, que en el caso de que se produzca, nunca debilitará su posición actual en la relación con el resto de países.  
Al final es un pacto meramente económico. Por el ahorro que supondrá esa brutal discriminación del inmigrante europeo en Gran Bretaña y porque “la City” va a ver aumentada su actividad, en virtud de esa opaca flexibilización de la normativa europea bancaria.
Al final y sin mucho ruido, por lo menos aquí en la meseta, los derechos de los ciudadanos europeos se merman en virtud de un acuerdo en el que la ciudadanía europea pagará las platos rotos del euroescepticismo británico y la debilidad de la UE, que se ha bajado los pantalones ante el capitalismo salvaje y al límite de la ley de los banqueros de “la City” que rechazan el exceso de regulación europea.
Esto se une el TTIP, que se ha negociado a espalda de los ciudadanos de la Unión Europea, que sufriremos y que otorga un poder omnímodo a las multinacionales.
Bruselas está tan lejos… y tan controlado por el ultracapitalismo, que para qué dedicarle algo de tiempo en un país donante de inmigrantes al Reino Unido como el nuestro. ¿Para qué?

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